“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni
vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.
Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis
caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos.
Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve,
y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da
semilla al que siembra, y pan al que come,
así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí
vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la
envié.
Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos;
los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los
árboles del campo darán palmadas de aplauso.
En lugar de la zarza crecerá ciprés, y en lugar de la
ortiga crecerá arrayán; y será a Jehová por nombre, por señal eterna que nunca
será raída.” Isaías 55: 8 – 13.
Existe una pregunta muy importante que
nos podemos hacer al leer esta palabra:
¿Cuáles son los pensamientos de Dios?
La respuesta la encontramos en Jeremías
29: 11 “Porque yo se los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice
Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.”
El propósito de Dios en la vida de todo
ser humano se hizo notorio y quedó bien claro al momento de morir Jesús por los
pecados de la humanidad, se trata de la restauración integral del hombre y de
la creación entera, Dios nos dará cielo nuevo y tierra nueva además, para poder
entrar en este nuevo orden divino necesitamos un nuevo cuerpo, el cual también
recibiremos por medio de la resurrección en la venida de nuestro Señor
Jesucristo, seremos transformados y lo recibiremos en las nubes (1 tesalonicenses 4: 16, 17).
Esta restauración que Dios nos ofrece comienza de
inmediato, en el momento que usted decide seguir al Señor, cuando recibe a
Jesús como su Salvador y se aparta de sus malos caminos.
“…Guardad derecho, y haced justicia; porque cercana está
mi salvación para venir, y mi justicia para manifestarse.” Isaías 56: 1.
Dios se estaba refiriendo en este texto
bíblico a la venida de Jesús a la tierra y eso sucedió hace más de dos mil
años, de modo que el reino de Dios ha llegado y el tiempo de la revelación
apostólica y profética se ha revelado a la tierra, entonces vamos a ver lo más
grande manifestado en la vida de los creyentes.
Jesús vino a la tierra y murió por los
pecadores, recibió todo dominio y poder y se sentó a la derecha del Padre y
también nos ha enviado al consolador, al Espíritu Santo, quien nos guía, nos
consuela y nos ayuda, el cielo se manifestó a la tierra, cuando Jesús nació en
Belén, los ángeles cantaban y se alegraban por la venida del Mesías, tu Mesías
ha llegado a tu vida, los árboles darán palmadas de aplausos, la naturaleza
está alegre porque Jesús entró hoy en otro corazón, en el tuyo.
Dios se ha manifestado a tu vida para
bendecirte para derramar sobre ti la vida de Jesús, esta si es vida en
abundancia, es una vida completa, no de derrotas ni de pérdida es una vida abundante,
es la vida que Dios da cuando la sangre de Cristo nos limpia; cuando Dios
imparte de esa vida, lo hace con la intención de que podamos crecer y dar
frutos en él, no simplemente para creer, es para vivir y disfrutar de los
inmensos prados de la gracia de Dios. Usted tiene vida, usted es un vencedor,
usted tiene a Jesús, nada lo podrá dañar.
Es bien claro que Dios quiere que
tengamos paz al entrar y paz al salir, amigo Jesús vino a darte paz, la paz que
sobre pasa todo entendimiento, él dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy, yo no os la
doy como el mundo la da…”
Jesús pagó el precio de tu paz, recibe
hoy su paz.
Amigo, Dios quiere que tengas producto
de su salvación, “En lugar de la zarza crecerá ciprés, y en lugar de la ortiga crecerá
arrayán; y será a Jehová por nombre, por señal eterna que nunca será raída.”
De modo que tu vida nueva en Cristo
será notoria, los frutos del huerto de Dios se están madurando para que puedas
disfrutar de los amplios prados de su gracia, ven ahora y recibe a Jesús tendrás paz y vida eterna.
Que Dios te bendiga. Amén.
Rev. R. J. Maestre C.
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